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Tu marca y todo lo que eres, entra por los ojos.

La imagen corporativa es lo que los públicos piensan, sienten, opinan y creen que la empresa es. No importa si la empresa no es en verdad lo que se piense que es; en este tema, las percepciones son lo que cuenta. Para la gente, las cosas son lo que cree que son; y no lo que son en la realidad objetiva. Así, por más buena que pueda ser una organización, si la gente no lo cree, la organización no lo será para ellas.

La idea o imagen mental que tienen los públicos sobre la empresa le permitirá, a esta última, tener un entorno favorable o desfavorable para la ejecución de su plan estratégico y el consiguiente logro de objetivos. De acuerdo a la imagen que se tenga de la empresa, los públicos le creerán o no; le darán o negarán a ella, a sus productos y a sus servicios su voto de confianza; la bienvenida, el permiso de continuar o el rechazo a sus actividades. La imagen condiciona a los públicos a tener una actitud y conducta frente a la empresa.

La empresa no es la que tiene la imagen en su poder, son los públicos quienes la tienen. Ellos re-construyen la empresa en sus mentes a partir de la información en el entorno; la alimentan de lo que la empresa dice que es y hace. Nutren sus ideas de lo que ven de la empresa y de sus experiencias con sus productos y servicios. Comen y digieren lo que muchos otros dicen que la empresa es o no es.

La construcción de la comunicación corporativa de una empresa

Técnicamente, quien gestione el tema de la imagen corporativa se encarga de comunicar estratégicamente a los diversos stakeholders ciertos atributos, rasgos y elementos que conforman la identidad de la empresa, de manera que se logren conductas a favor del desarrollo del plan estratégico corporativo.

Así, para algunos de los públicos, la marca (nombre de la empresa) significará ciertas cosas y para otros públicos significará otras cosas; porque de todas las cosas que la organización es se escoge qué se le comunica a cada público, en función de lo que se espera de él.

Lo que la gente crea sobre la organización está supeditado a la cantidad y calidad de la información que tenga de ellas. Dicha información proviene de todos lados: de sus experiencias con los productos y servicios de la misma empresa, de los competidores, de la publicidad, de los medios de comunicación, de los amigos, de los expertos, de otros públicos y de la misma empresa. Entonces, hay un sinnúmero de fuentes informativas que llegan a los públicos de la organización y moldearán sus percepciones.

Si la empresa no es capaz de manejar su propia comunicación, de hacerla de manera estratégica, y a sabiendas de que existen más “proveedores” de información para sus públicos imagine a merced de quiénes y de qué ideas y conceptos se deja a la empresa, a la marca.

Cuando una organización no dice estratégicamente lo que es, deja el espacio libre y corre el riesgo de que llegue un competidor a reposicionarla y a empujarla hasta el final de la cola. También deja terreno a que alguna organización antagonista la saque del juego influenciando a sus públicos diciendo lo que la empresa no es.

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